Me regalaron una caja, nunca supe que hacer con una caja. La imaginación me dijo que podía ser cualquier cosa y sin embargo yo sentía la -ninguna- necesidad de solo meterle algo, pero tampoco tenía nada que meterle. Entonces, en paralelo, yo abrí esa caja el día que le regaló la caja y empecé a meter mi ganas.
Mis ganas que entraban y sobraban, porque eran gigantes pero no eran tangibles, mis ganas eran aire, aire que cuando miraba me dejaba la caja vacía de nuevo. Entonces la empecé a cargar de cosas así, de cosas que fueran aire. A las ganas le sume dignidad (por eso estuvo tanto tiempo guardada), la cargué de risas, le cargué el último orgasmo, le metí la última vapuleada que le pegaste a mi destino.
Y estuvo cerrada hasta que decidí abrir para dejar ir y volver a llenar. Cada uno puede como puede y cuando se quiere no sabes como se puede.
Entonces acabo de abrir para guardar otra primer mirada y en el fondo de la caja, que decidí volver a llenar, guardé esta foto: