10 noviembre, 2013

No llegaste, estuviste siempre.


Estuviste en cada uno de nosotros, la familia que te esperaba. Tenías tu lugar guardado, eras la personita mas ansiada de cada abuela, de cada tío y de cada primo.
Me acuerdo como si fuera ayer el día que me llamaron para contarme que te habías prendido a la vida, que empezabas la carrera para caer en los brazos de tu mamá y de tu papá. Llovía, como olvidar ese fantástico día.
Llovía y era feliz, la abuela Guga siempre decía que la lluvia era buen augurio y esa vez no solo fue bueno, fue el mejor. Llovía y yo pare en la calle a hablar por teléfono con tu mamá. Y lloraba, y entre las gotas de lluvia se me notaban las lágrimas de felicidad. Saltaba, en Córdoba y Callao, la gente miraba raro, la gente no podía entender mi felicidad, la inexplicable sensación de amor que yo tenía en el pecho. 
Tu mamá y tu papá me enseñaron lo más lindo que unos tíos le pueden explicar a una sobrina que es que con amor se puede lograr cualquier cosa si es verdadero, que las familias se desean y se juntan y se pueden. 
Imposible explicar la emoción de saber que estás acá, en este mundo que es un hermoso caos, en esta familia llena de brazos que quieren abrazarte. No puedo esperar a tenerte a upa y contarte lo feliz que me haces y todo lo que ya te amo. 

Porque los primos son los mejores amigos que te da la vida, son amigos que nunca van a faltar, que nunca te dejan y que te cuidan como hermanos. 

Cada viaje y cada camino recorrido valió la pena de saberte hoy entre nosotros. 

Bienvenida princesa, bienvenida a este caos.

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