06 octubre, 2014

Subtextraño.

Tomo el subte. Ahora viajo en subte. Bajo. Escalera. Saldo negativo, siempre saldo negativo. Escalera mecánica. Entro a un extraño mundo de tufo. 8.50 a.m. Gente que no se lavó las lagañas. Anteojos que disimulan. Lo individual. La mente de seguro sigue dormida pero los ojos miran fijo al celular intentando no parpadear. Auriculares. Asco da ser tocado, ser empujado. Como si el contacto humano fuera enfermo, como si fuera enfermedad. Nos ponemos crema para no tocarnos, nos ponemos perfumes para no olernos, nos ponemos extraños, nos ponemos indignos del contacto.
Te acostumbras a ver caras tristes, caras serias y en el medio, cada tanto, dos que se miran y se encuentran, pero nadie alrededor ve. Burbujas. Y ahí, cuando el barandón se te hace carne, te toca bajarte. Y salís como gusano de manzana y respiras aire ¿puro?... y respiras Obelisco, respiras Capital Federal.

1 comentario:

  1. Y quizás ese rechazo sea provocado por la misma necesidad de tocar y ser tocado... en otros momentos y contextos, por supuesto. Será como un reservarse para después?

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