28 agosto, 2014

Ojo por ojo, ojo².

Me dijo "digo que todo lo bueno trae algo malo, y eso es una constante, pues bien, quizá la constante de lo bueno sea justamente que nada puede ser constantemente bueno, lo cual lo hace la constante mala de lo bueno". Lo mire, me confundió, lo entendí, temblé y pensé, tranquila, que era algo bueno. Y me dejé ser.

Tomamos un tren no supimos nunca a dónde, nos bajamos un par de estaciones después y caminamos sin saber que nos estábamos dejando.

Nos soltamos las manos, dedo por dedo, un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. Las manos libres hicieron confundir la libertad con estar solos y desesperamos. No queríamos, pero no nos quedó otra, y eso era una constante, pues bien, quizá la constante de lo que queríamos era justamente que no todo tenía que ser constantemente como queríamos.

Volé.

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